Josué Cinéfago

La Camarista / The Chambermaind

La Camarista / The Chambermaind

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Ir al cine de entrada ya es un acto voyerista, y quien hace un cine intimista como el de Lila Avilés en La Camarista, entiende que gran parte del sentido de las cosas radica en saber observar los detalles, y que el cine como el teatro, es una ventana para experimentar otros orbes, otras vidas, o en este caso, una vida encerrada en un mundo lleno de detalles, que a simple vista parecen nada, pero que con la mirada precisa, se entiende que lo son todo.

“La limpieza es el acto de enfrentarse a sí mismo”.

Este mundo es un hotel de lujo en la periferia de la Ciudad de México, en el que observaremos el día a día de Evelia (orgánica Gabriela Cartol), una camarista quien nos llevará por todo el ‘sistema sanguíneo’ que mueve a esta mole de 44 pisos, donde los huéspedes son esos ‘glóbulos rojos’ que inyectan oxígeno ($), y el personal de servicio ‘glóbulos blancos’ encargados de atender todas las nimiedades y anomalías de una manera discreta, fluida y eficaz.

Aunque tímida, Eve cumple no sólo con las aptitudes de toda buena camarista: disciplinada, puntual y con un gusto por la limpieza; sino también con todas sus funciones de una manera meticulosa y vigorosa si es necesario. Sin embrago la vida de Eve se reduce a un constate tocar de puertas esperando que al menos una de ellas se abra: la de querer ser promovida a un mejor piso, conseguir ese vestido rojo que alguien olvidó y no reclamó, la de querer estar con su hijo al que no ve por días y al que sólo oye por teléfono, la de querer estudiar y culminar la escuela abierta, o incluso (uno nunca sabe) la del amor.

“La puerta mejor cerrada es aquella que puede dejarse abierta”.

Pero éste mundo hotelero funciona de una manera vertical dividido y jerarquizado, a tal grado que las interacciones humanas se ven enmarcadas bajo un halo ya sea de servicio, amabilidad y sólo unas cuantas veces de camaradería; pero al cabo relaciones personales que bajo un sentido social se tornan desde una fría indiferencia o un tibio desdén, a una cálida complicidad (como la que construye Eve con una huésped argentina).

Avilés emplea toda su formación actoral al proponer una narrativa visual basada en los planos fijos y prolongados, con tomas sumamente cerradas para mostrarnos acciones completas incluso con cuerpos que desbordan el encuadre, y que suceden en espacios interiores que nos sumergen en el accionar diario, repetitivo e interminable de la camarista. Aunado esto a un uso de enfoque selectivo para que el espacio y la otredad se desdibujen (desenfoquen), adquiriendo nitidez sólo en momentos en los que Eve se permite o tiene que romper su burbuja y abrir su soledad.

“Vivimos como soñamos, solos”.

Es así que veremos de primera mano cómo la interacción con algunos clientes, sus compañeros de trabajo y el espacio mismo la van transformando, pasando de ser una camarista más a una mujer que descubre la amistad en la solidaridad de Minitoy, el interés por la lectura en sus clases extramuros, o la oportunidad de ilusionarse con viajar lejos y ser tratada con dignidad por alguien más. Una transfiguración con la que parece sentirse cómoda y que refleja al exterior usando un poco de maquillaje, al grado de llegar a practicar su sensualidad femenina cuando decide ‘abrir las ventanas’ de su intimidad para ella y para alguien más.

A estas alturas de la historia ya nada nos es indiferente y todo este mundo parece tan cercano, y donde creíamos que una puerta se cerraba para dejar abierta otra, resulta que junto con Eve nos percatamos que en este sitio, donde el día y la noche parecen interminables y siempre el mismo, las puertas como las ventanas no sólo conectan a los espacios y las personas, sino que también las dividen, las incomunican, y las encierran. Aunque quizá lo interesante radique en eso, en nunca dejar de tocar puertas.

Horarios: https://cinecanibal.com/estrenos/La-camarista/

 

*Cinefágo: El que tiene el hábito de comer y devorar cine.

#NosVemosEnElCine

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