“Qué tanto es tantito”

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Leto: Un verano de amor y rock | Spider-Man: Lejos de Casa | Lo que Fuimos | El Muñeco Diabólico | Apollo 11 | Mascota Jurásica

 

En memoria al maestro Armando Ramírez (QEPD)

⋆ ⋆ ⋆ ⋆ ⋆ Deje todo y corra a verla
⋆ ⋆ ⋆ ⋆ No se la pierda
⋆ ⋆ ⋆ Vale la pena
⋆ ⋆ Puede verla
⋆ No se moleste
•Evítela como la plaga

El Aperitivo

⋆ ⋆ ⋆ Vale la pena

Dado las últimas dos biopics sobre músicos, Bohemian Rhapsody: la historia de Freddie Mercury y Rocketman que nos demostraron dos maneras muy distantes de narrar historias un tanto similares, valdría la pena (y más si es fan de las música) que vea Leto: Un verano de amor y rock, un drama musical en blanco y negro que narra la historia del rock punk underground de los años 80 en Leningrado, Rusia, donde tiene lugar el nacimiento de una banda en las condiciones más difíciles pero no por eso menos genuinas, mientras vemos cómo nace, vive y muere un triángulo amoroso entre los protagonistas de esta historia. Aunado a todo esto, la propuesta visual de la película incluye un tipo de animación que se dibuja (literal) sobre la película misma dándole dinamismo y un toque divertido, además de planos secuencias que se mezclan con escenas que jugarán a ser o no verdaderas (delirantes). Una propuesta narrativa distinta a lo que a biopics musicales se refiere, y que de paso rinde homenaje a clásicos del rock pero en ruso.

 

 El Entremés

⋆ ⋆ ⋆ Vale la pena

Spider-Man: Lejos de Casa inicia con una pitch muy clásico de las series de los noventas: mostrar una acción (por lo regular una pelea) que al principio no entendemos y que sólo al transcurrir la historia comprenderemos a cabalidad; y que en este caso se desarrolla en Ixtenco, México (donde vemos una tiendita de abarrotes llamada Río Verde con una inverosímil publicidad de Dr. Pepper, pues nadie toma ese refresco en este país), donde Nick Fury y Maria Hill verán pelear a quien después conoceremos como Mysterio contra lo que después sabremos que son los Elementales.

Lo que vemos enseguida es literal un vídeo-fan muy básico (hecho así al propósito) que recuerda a los Avengers con fondo musical de I Will Always Love You (véalo aquí), y que junto con la escena siguiente marcarán el tono adolescente que permea toda la cinta, pues la historia en vez de desarrollar al personaje de Spider-Man se centra más en el conflicto amoroso de Peter Parker, convirtiendo a la película en una comedia romántica adolescente de aventura en vez de una historia de acción y ciencia ficción de súper héroe; donde Parker está más preocupado en declarársele a MJ con una dalia negra de vidrio, que de las responsabilidades y conflictos que implican ser Spider-Man. Como si todo este tierno romance de los protagonistas no fuera suficiente, también vemos el romance de su mejor amigo Ned Leeds con Betty Brant, y del flirteo de Happy Hogan con la Tía May; amor multiplicado por tres, baia, baia, y que además se enmarca en un viaje por las principales ciudades de Europa: Venecia, Praga, Berlín y claro Londres, lo cual también será el pretexto para armar un soundtrack con canciones según el país en el que nos encontremos; como cuando en el avión rumbo a Venecia escuchamos Claridad en su versión original en italiano de Umberto Tozzi (y que en México conocemos de la voz de Menudo).

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Spider-Man cayendo en la telaraña del amor

Lo único nuevo que aporta Spider-Man: Lejos de Casa son las gafas de inteligencia artificial E.D.I.T.H. (Estando Difunto, Incluso soy Tu Héroe) que tras las confusiones amorosos de Parker caerán en manos de Quentin Beck, Mysterio, quien todo el tiempo la jugará de chico bueno para que cuando revele que es realidad es el villano de la historia, el público se sorprenda de este magistral giro de tuercas (sarcasmo). Sin embrago, la mejor secuencia de toda la película es justo cuando Mysterio hace uso de todo su arsenal tecnológico (un ejército de drones que generan hologramas) para crear una serie de ilusiones que desconcertarán a Spider-Man volviéndolo no sólo vulnerable, sino incluso derrotado. La forma en que Mysterio crea una ilusión aprovechando las debilidades emocionales de Parker (su amor por MJ, su dolor por la muerta de Tony Stark), hacen de esta una secuencia surrealista que sólo la tecnología de hoy en día (antes sólo la animación) hacen posible y que no sólo confunden al arácnido, sino al espectador mismo al no saber en dónde termina la ilusión y donde comienza la realidad, pues “es muy fácil engañar a las personas que se mienten a sí mismas”.

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Spider-Man enfrentando su miedos y culpas

Lástima que el recurso sólo haya sido explotado una sola vez de manera magistral, pues de ahí en fuera todo es secuencia de acción sin mayor novedad, a excepción de la pelea en el puente de Londres donde Spider Man hace un uso excepcional de la telaraña contra un ejército de drones (un enemigo muy ad hoc para el público adolescente). También nos enteramos al inicio de la historia del fenómeno blipear que en esta película sólo sirve para que uno de los personajes pueda coquetear con MJ, pero que suponemos tendrá una relevancia en posteriores entregas. Además vemos que Spidey puede armar su traje a capricho gracias a la tecnología Stark, y que por alguna extraña razón su sentido arácnido (ahora llamado punzada ¿?) estaba atrofiado.

Spider-Man: Lejos de Casa tenía un buen argumento: en un mundo tan tecnologizado en donde un vídeo otorga cierta credibilidad y legitimidad, qué intereses hay detrás de quien produce o difunde un vídeo, y qué tan manipulados somos a través de lo que vemos (como se ve en la primera escena pos crédito donde J.J. Jameson Jr., dueño del Clarín ahora en versión digital, difunde un vídeo para desacreditar a Spider-Man y defender a Mysterio);  una dilema muy pertinente en el mundo de hoy que aunado a la necesidad de Parker de tener que mentir para proteger su verdad (qué paradoja), bien pudieron hacer un caldo de cultivo psicológico para explorar y explotar sobre qué tanto vivimos inmersos en una ilusión que otros más crean para hacernos creer lo que a ellos conviene. Sin embrago la cinta se siente sólo como un eslabón más de esta nueva (y quién sabe qué tan larga) cadena de películas del Universo Cinematográfico de Marvel que ahora en su fase 4, pretende elaborar universos alternos, algo que el público adolescente parece consumir sin ningún reparo pues encentra atractivo a un Spider Man posmilénico que ahora se toma selfies.

 

El Plato Fuerte

No se la pierda

Lo que fuimos (What They Had, 2018) es de esas maravillas fílmicas que sin esperar llegan a cartelera y que corren el riesgo de pasar desapercibidas. Lo primero que vemos son breves fragmentos de videos vintage en 8 mm a modo de recuerdos, que cobrarán todo el sentido hasta el final de la película. Enseguida vemos a Ruth (Blythe Danner) arreglándose en plena mitad de la noche para salir a la calle en medio de la nieve, al mismo tiempo que vemos algunas fotos familiares viejas que adornan un árbol de Navidad, hecho aparentemente inofensivo que desatará toda una tormenta en medio de una familia que tal y como lo anuncia el eslogan de la película, está “unida por el pasado. Separada por el presente”.

Burt (Robert Forster) esposo de Ruth llamará a su hijo Nicky (portentoso Michael Shannon) y éste a su hermana Bridget (Hilary Swank) quien viaja junto a su hija Emma (Taissa Farmiga), y aunque Burt trata de minimizar el asunto y tacha de exagerado que Bridget haya tenido que viajar desde lejos, el alzheimer de Ruth es cada vez más serio, algo de lo que no son conscientes hasta que es necesario hacerle un examen pélvico pues a veces abusan de mujeres que deambulan, una noticia que perturba a Burt quien desde el inicio muestra ser un padre católico que detesta el olor a cigarro, que le gusta estar a cargo y quien para ocultar su enojo tacha a la médico de adolescente que no sabe lo que hace y para evadir su realidad planea un viaje a Florida con Ruth. 

 

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Una familia unida por el pasado. Separada por el presente

Así en plena Noche Buena y gélido invierno, toda esta familia se verá reunida por una madre que coquetea con su hijo al olvidar quién es (algo que primero genera risas pero después preocupación), que se cree una niña-adolescente y que confunde una engrapadora con el teléfono. Nick aprovechará la visita de Bridget para pedirle que convenza a su padre de que lleven a su madre a un lugar de cuidados mentales. Bridget se pone al tanto de la vida y de las (ir)responsabiliades de su hermano Nick, recién divorciado y recaído en el tabaquismo, vuelto un emprendedor y que al parecer prepara los mejores Manhattan de la ciudad; al mismo tiempo que discutirá con su hija quien no quiere seguir estudiando, tratando de convencer a su padre (sin mucho éxito) de la clínica, mientras vamos descubriendo y ella asumiendo la verdadera razón de no portar su anillo de bodas, algo que se evidenciará con la aparición de Gerry, un antiguo conocido con el que el flirteo, literal, le costará muy caro.

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El olvido como una bendita maldición

Con cámara fija y a veces cámara en mano, la directora Elizabeth Chomko nos adentra en los problemas más íntimos de esta familia, haciendo del alzheimer el ingrediente de implosión donde los recuerdos parecen ser lo único que sostienen con alfileres la relación de unos con otros, y por ende, hace que las decisiones a tomar sean cada vez más difíciles, no sólo las familiares sino también las personales, que afectarán en este caso no sólo los recuerdos sino también el destino de dos matrimonios: el de Burt y Ruth y el de Bridget y Ediie, su esposo. Pero también harán que Bridget confronté a su padre por las decisiones que tomó por ella, a la par de que comprende un poco mejor a su hija; mientras que Nicky demuestra ser más maduro y ecuánime de lo que aparenta aún ante los conservadores y exigentes ojos de su padre, donde ser propietario y cantinero de un bar no le demeritan el esfuerzo que ha hecho por sus progenitores, aspecto que simbólicamente reconcilia no con charlas, ni llantos o abrazos, sino con un simple y bien preparado Manhattan.

Cuando por fin algunas decisiones se comienzan a tomar, la historia toma un rumbo inesperado, donde lo inevitable parece imponerse dejando un sabor agridulce de lo que fue, es y será, y que en palabras de Ruth se da en el momento exacto, pues “más tarde lo habría olvidado, y antes habría extrañado demasiado”, haciendo del alzheimer y el olvido una bendita maldición. Una serie de recuerdos narrados por Bridget nos develan el significado de esos recuerdos que vimos al inicio en formato de 8 mm, donde la carga emotiva de un hombre cargando a una mujer se vuelve tan poderosa como el collar que Ruth porta como recuerdo de un amor (parecido al Diario de una pasión) que por más olvidado que esté, Burt nunca dejó escapar. 

 

El Postre

Vale la pena

Pues resulta que ahora Chucky deja el asunto de la brujería y la hechicería para reiniciar en El Muñeco Diabólico una historia totalmente renovada, donde la maldad del muñeco provendrá de los avances de la tecnología en inteligencia artificial donde una empresa llamada Kaslan crea un humanoide o androide de nombre Buddi, que tiene la función de acompañamiento y de asistencia personal (casi casi un esclavo del S. XXI) y que funciona a través de la red de conectividad teniendo acceso a todos los dispositivos sincronizados, el famoso internet de las cosas (algo de razón tenía Purificación Carpinteyro). El problema surge cuando un empleado de programación es sobajado por un superior y en venganza desactiva todos los candados de seguridad de Buddi para enseguida suicidarse.

Como si la película enfatizara estos trabajos de mierda propios del capitalismo tardío pero no por eso menos salvaje (como el tipo que maldice su trabajo de botarga), conocemos a la mamá de Andy, Karen Barclay, quien no sólo lidia con un trabajo que la agobia, un conserje voyerista que la acosa, un pretendiente de nombre Shane que es casado, que se la pasa bebiendo y que además detesta a su hijo; sino también ahora con un muñeco diabólico que coincidentemente es el mismo al que le desactivaron los seguros. Andy usa un aparato auditivo lo que sirve para enfatizar el aislamiento que padece, de ahí en fuera su problema de audición no quita ni aporta al personaje ni a la trama. Aunado a esto está la nomofobia (adicción al celular) de Andy y algunos personajes que los hace ajenos a lo que sucede alrededor de ellos (como cuando las hijas de Shane no se percatan de lo que le pasa a su padre por estar con audífonos pegadas a una tablet cada una).

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La maldad hecha tecnología

Como buen androide Buddi (autodenominado Chucky quien sabe cómo ni porqué), comienza a imitar las conductas humanas que observa, pero al no tener una programación que lo limite ni mucho menos una conciencia que lo ayude a diferenciar lo bueno de lo malo, su amistad con Andy se vuelve tóxica al grado de comenzar a matar con tal de seguir junto a él, así es como afín a las armas punzocontundentes tanto manuales como eléctricas, Chucky cambia su iris azul a rojo para indicar su maldad y sadismo al momento de asesinar haciendo homenaje a la tradición de horror corporal bastante referida en el filme. La película también incluye una mención al cyberbullying, pues el muñeco diabólico tiene la capacidad de grabar audio y video y usarlo a conveniencia proyectándolo en dispositivos como smart tv por ejemplo; además del apunte que se hace al consumismo irracional cuando la gente se desvela y abalanza ante el lanzamiento de 5 nuevas versiones de Buddi (algo parecido a lo que pasa en el capítulo de Los Simpson: Lisa vs. Malibu Stacy).

Como la película trata de ser ad hoc con los temas de actualidad, la diversidad políticamente correcta no falta al haber un detective de color honesto y simpático (Brian Tyree Henry), una niña de nombre Falyn que representa el empoderamiento de la mujer ante la cobardía masculina, así como lo peligroso que puede ser la dependencia total a la tecnología cuando se le da un empleo perverso: véase cuando una mujer es víctima de un auto inteligente o cuando a drones se les coloca navajas y se vuelven un arma área. Así pues, mezclando todo esto con el mencionado horror corporal, vemos mucha sangre y situaciones sádicas como cuando Andy se sostiene de la misma cuerda que ahorca a su madre mientras trata de luchar contra Chucky, con un final que el espectador puede anticipar y que como era de esperarse, queda abierto para la continuación de una nueva saga. “Yupi tupi, el muñeco Chucky”.

 

La Gula

Vale la pena

En el marco de los 50 años de que el hombre llegó a la Luna (20 de julio de 1969), se estrenó Apollo 11, un documental en su estilo más clásico (imágenes narradas por una voz en off) que nos muestra de manera cronológica los 4 días que tardaron en llegar y pisar la Luna, y los 4 días que les tomó de regresar sanos y salvos a la Tierra. Aunque la trama es muy conocida, el atractivo del documental radica en alimentarse de imágenes de archivo que posiblemente nunca antes habían sido vistas por el público, y que reflejan el colosal trabajo humano que hubo detrás de esta gran aventura que con ojos actuales se mira casi trivial, pero que en su momento concretaba una gran odisea que sólo era posible en la ciencia ficción (2001: Odisea en el espacio de Stanley Kubrick se había estrenado apenas un año antes, en 1968 con asesoría de un ingeniero alemán de la NASA).

Sólo al inicio del documental cuando se nos presenta a los tres astronautas (Neil A. Armstrong, Edwin E. Aldrin Jr. y Michael Collins), hay un pequeño ejercicio de elipsis visual con imágenes que van una tras otra en pocos segundos, dando la sensación de estar viendo todo lo que hubo detrás de esos hombres para llegar justo a este momento histórico y climático de sus vidas; de ahí en fuera todo el resto del filme sigue su tono cronológico y casi solemne, pero no por eso poco atractivo, pues las grabaciones de primera mano hacen que el espectador se sienta inmerso en la narración, la cual logra ser sencilla y digerible usando diagramas animados para algunas explicaciones y descripciones sencillas y accesibles.

Pese a tener una sola función en horario no tan estelar, la función a la que asistió este Cinéfago tuvo una asistencia por encima de lo que esperaba, quizá una veintena de espectadores donde pude distinguir a un par de norteamericanos que supongo consideran esta parte de la historia como propia y toda una hazaña de su país. La NASA siempre ha usado el cine para promoverse, así que no es de a gratis que el año pasado se haya estrenado El primer hombre en la luna de Damien Chazelle que repasa la vida de Neil A. Armstrong antes de poder pronunciar aquellas emblemáticas palabras: “Este es un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la humanidad

 

La Sobremesa

  • Evítela como la plaga

Si Loco fin de Semana será lo peor del cine mexicano en 2019, Mascota Jurásica será la peor película (estadounidense) de todo el 2019. Tal cual un novato este Cinéfago sin haber visto el tráiler, se aventó a verla pensando que sería como una especie de Jumanji con dinosaurios, peeero, ni bien iniciando la película me di cuenta que sería la hora y 24 minutos más largos de mi cinéfaga vida (hasta ahora).

Al ser una cinta para un público infantil abusa de las licencias argumentales para justificar todo en la ficción. De entrada da por hecho de que en plena actualidad existe un Dinosaurio en el bosque, que supongo porque es carnívoro se come a una persona que pescaba cerca. Resulta que 5 años después (qué más dada si eran 2, 5, 10 o 20) un niño caucásico de nombre Chris, llega a un tienda donde el espíritu del pesador le da una caja con un huevo de dinosaurio, así, sin más, y en un solo día el dinosaurio nace, comienza a crecer y va a ser perseguido por un científico que lo quiere capturar para presumirlo como suyo, porque tampoco explican qué clase de estudios realiza.

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Mascota Jurásica, lo peor de lo que va de 2019

La animación del dinosaurio es ínfima, tan falsa y carente de calidad que uno siente estar viendo una de esas películas de clase B de los 90 que todo el tiempo pasan en Azteca 7. Sólo cuando el dinosaurio es un poco grande la animación cobra cierta calidad pasable, pero uno no se explica porque crece tan rápido en un solo día. Hay subtramas como la del profesor enamorado de la trabajadora de museo que nunca sirvieron para nada, o personajes que sólo rellenan las escenas: como cuando Chris se encuentra con sus amigos pero estos tampoco ni lo ayudan ni nada. La incoherencia y la falta de sentido común reinan en toda la cinta: Chris estando con su madre en la cocina y el dinosaurio haciendo ruido arriba en su cuarto sin que ésta sospeche de algo, o cuando Chris necesita alimentar al Albertosaurus y lo mejor que se le ocurre es llevarlo al centro comercial cuando esta especie es carnívora y él se supone un aficionado de los dinosaurios, pero resulta que le termina dando hojas de lechuga.  

Está demás mencionar cómo un niño y un anciano (al parecer el que era fantasma cobró corporeidad ¿?) logran liberar al dinosaurio de un ejército armado que de nada le sirven las armas que nunca disparan, y todo esto para que después de hacernos perder más de una hora donde el dinosaurio nunca se come a nadie y parece obedecer al niño, al chamaco éste se le prenda el foco y se dé cuenta que la opción era llevar al terópodo tiranosáurido al bosque donde al parecer nadie lo encontrará. Una película que al parecer se quedó en la edad de piedra del cine.

 

*Cinefágo: El que tiene el hábito de comer y devorar cine.

#SeValeLaGula

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