Un monstruo de mil cabezas

Josué Salvador Vásquez Arellanes

“Un animal herido no llora, muerde”.

Imagine que a mitad de la noche los dolores crónicos de un familiar enfermo de meses la despiertan y que después de 16 años de estar pagando el seguro médico y haber hipotecado la casa para pagarlo, se entere que por políticas de la empresa no todas las solicitudes se autorizan, que los coordinadores tienen que rechazar ciertos casos y uno de ellos es el de su esposo. ¿No haría usted todo lo imposible, porque todo lo posible ya fue agotado, para lograr que le autoricen el tratamiento? Este el drama que le tocará vivir a Sonia Bonet contra un monstruo de mil cabezas, un monstruo que vive y se alimenta de y en nuestra realidad.

¿Cuál es el monstruo al que se enfrenta Sonia? Simple, a una hidra burocrática de las empresas en las que cada vez que libras un trámite, te encuentras con otros dos nuevos. Una hidra burocrática que antes de ver el lado humano del enfermo, lo primero que pregunta es cuál es el número de socio: 79322. Porque para la hidra no somos si quiera personas, somos un simple número. ¿Cuál es el suyo?

La hidra moderna se defiende a través de laberínticas llamadas telefónicas en las que nunca está la cabeza que se busca, y vive en grandes edificios lleno de oficinas, cubículos y empleados uniformados a los que sólo les importa su café o encontrar estacionamiento. Es un laberinto humano de la burocracia donde hasta para poner una queja hay formatos. Al momento en que Sonia revisa los papales del seguro médico lo hace semidesnuda, como a sabiendas que es sólo su persona, su simple humanidad ante un monstruo, con lo que cuenta ella y su esposo para poder conseguir el tratamiento; y que debajo de las batas o corbatas debe(ría) haber algo de humanidad, pero que si no la haya, sabe que también la desnudez es vulnerabilidad.

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Sonia decide combatir a la hidra burocrática y comienza a tomar una serie de decisiones a la altura de la amenaza. Conoce ya de tanto tiempo al monstruo de la burocracia que tiene un indicio de dónde poder atacar, y la mujer que parece inofensiva decide entrar al laberinto y combatir de cara al minotauro, que a diferencia de la clásica mitología y convencionalidades, esta vez la mujer tratará de salvar al hombre.

Su hijo se volverá cómplice quiera o no, y aunque en un primer momento parece ser un simple adolescente que le da pena darle un beso a su padre, o lo que hace su madre, actuará en el preciso momento para demostrar que pese a todo, la familia es lo único por lo que vale la pena luchar, combatir.

Ponga atención a la estructura narrativa de la historia. Habrá voces en off a modo de declaraciones de testigos circunstanciales, que nos irán ampliando los hechos que estamos presenciando. Incluso, en dos momentos, escenas de la historia se repiten pero vistas desde el punto de vista de quien lo cuenta. Y con algunos elementos del thriller policiaco, la mujer y nosotros nos volveremos pequeños detectives empeñados en buscar una respuesta y una probable solución, habrá un clásico “siga a ese auto”, un arma de por medio, uno que otro disparo y herido en medio de una ciudad grisácea y la noche; e incluso un poco de humor negro de la madre al hijo ya en la recta final.

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Y así como las acciones y los diálogos nos van mostrando el panorama de la historia, los silencios se volverán una forma de comunicar, en donde no importa lo que se diga por un interfono, la sola expresión de la mujer lo dice todo. O cómo un silencio carga de una severidad lo que le comunican a la madre por medio del hijo a través de una llama telefónica en medio de una redada.

Curioso, el tema de futbol se asomará algunas veces, como tema de conversación, como distracción o como fenómeno en el que convergen las pasiones de los aficionados. Y más aún, al momento de los créditos escucharemos el fragmento de una narración de un partido de fútbol donde destaca la expresión “la ley de la ventaja”. Quizá un pequeño guiño para el epílogo de la película.

Hace poco veía “Aquarius” (Brazil, 2016), en donde una mujer decide hacerle frente a una trasnacional que so pretexto de un proyecto progresista, pretende desalojar de su hogar a la mujer con acciones tramposas. Y así como ahora las mujeres se hacen más visibles con historias protagónicas en el cine de otros países (“Mad Max: Furia en el camino”, o la actual “Rogue One”), “Un monstruo de mil cabezas” es un buen pretexto para darle oportunidad a una mujer mexicana que lucha también contra un imperio y su lado oscuro, un imperio que contrataca todos los días. Todas las luchas son válidas. Vaya y véala, antes que el imperio del cine comercial la desaparezca de cartelera.

@JosueCinefago

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