El Entremés
Desde que vi Las Oscuras Primaveras (2014), donde “el deseo es más fuerte que el amor”, dije: de aquí soy. No sólo por la historia, sino por la forma en que se contaba.
Después logré ver Párpados Azules (2007) y dije: claro, habemos quienes somos torpes en el amor, y que soñamos con un amor no tan de película, y no por eso deja de ser un amor genuino, real.
Y aún me falta ver el documental Seguir siendo: Café Tacvba (2010), pero queda claro que Ernesto Contreras se toma el tiempo necesario para realizar cada uno de sus proyectos, logrando no sólo historias entrañables, sino bellas y que dejan una huella en la mente (y corazón) de cada espectador.
El Plato Fuerte
⋆ ⋆ ⋆ ⋆ ⋆ Deje todo y corra a verla
Sueño en otro idioma tiene una premisa en apariencia sencilla, pero detrás de esa sencillez entreteje una preciosa historia no sólo sobre la tradición oral, sino a través de una serie de binomios que le dan riqueza a la historia: pasado y presente, amor-desamor, vida y muerte, realidad-misticismo, orgullo y prejuicio, sonido y silencio.
Martín, un joven lingüista, llega a la costa de Veracruz para tratar de salvar el Zikril, un lengua antigua que permite a sus parlantes hablar con las aves, pues después de la muerte de una anciana, sólo quedarán dos únicos hablantes de esa lengua: Don Isauro y Don Evaristo, viejos mejores amigos pero que llevan décadas sin dirigirse ni una sola la palabra.
Martín hurgará cada vez más en el pasado de los dos ancianos, para tratar de convencerlos de que cualquier diferencia puede ser limada hablando y escuchando al otro; pero se dará cuenta que hay rencores que con el paso del tiempo en vez de desaparecer, se enconan cada vez más en el alma, al punto de hacernos morir en vida: Como esas personas se han ido a la tumba sin haber perdonado, o sin haber dicho eso que siempre quisieron decir a alguien.
En medio de una mística selva costera, rodeados de neblina, playa y lluvia, Martín comenzará a encontrar algo de esperanza de reconciliar a los viejos con la ayuda de Lluvia. Y lo logrará, e incluso toda esa parte de la película se ve más iluminada, más esperanzadora; pero así como la tormenta no es para siempre, la calma tampoco lo será.
Con un magistral trabajo de cámara, espacio, iluminación y dirección de actores, Ernesto Contreras logra con un simple traveling, o un inofensivo pero bien pensado zoom, conjugar pasado y presente en una sola toma, revelándonos de manera de como quien pela una cebolla, diferentes capas de la historia que por momentos tienen entretelones delgados, y por momentos unos más gruesos.
No se sienta frustrado si no hay subtítulos de los momentos en que se habla Zikril, o inglés, pues es como en verdad se viven las fronteras del lenguaje, donde quizá no todos hablamos siempre la misma lengua, pero al menos sí todos sabemos comunicarnos. Además que resultan interesantes estas relaciones lingüísticas donde Martín, el foráneo, quiere aprender Zikril; y Lluvia, la local, prefiere aprender y enseñar inglés; algo no muy irreal donde la migración orilla a este colonialismo lingüístico, donde no importa que aprender inglés signifique matar una lengua indígena.
El papel que juegan aquí los prejuicios no sólo sociales sino incluso religiosos, son detonadores, pues son valores, creencias y prejuicios que parecen mutilar más que liberar el espíritu y amor entre las personas, y que aún en pleno S.XXI causan escozor. Un ejemplo claro es la magnífica escena en la que Evaristo observa cómo un Cristo crucificado sufre por los “pecados” de él (y de los demás), una visión producto de la concepción que se ha tenido sobre lo que se espera de un joven de su edad, y que terminan explotando en un odio irracional y antinatural contra Isauro.
Toda la película y todo el Zikril sin subtítulos valen la pena por sí mismas pero sobre todo, por las únicas dos traducciones que hay del Zikril al final de la película. Y es que cuando uno cree que la historia está llegando a su fin, hay todavía dos tres capas por descubrir en esta entrañable historia donde aplica aquella frase de Mario Benedetti en su cuento El hombre que aprendió a ladrar: ¿Cómo amar entonces sin comunicarse?
El Postre
En la etapa de preproducción Ernestro Contreras estuvo asesorado por un lingüista. Al momento de escoger la lengua en la que se basaría la historia, el lingüista le dijo: dame dos meses y voy a crear una lengua original para la película. Así nació el Zikril, con su gramática y sintaxis.
Los actores se capacitaron y dedicaron a aprenderlo de tal forma que se empararan del Zikril, de modo que al estar frente a cámara se preocuparan más por la intención que por la correcta pronunciación.
La Gula
Observe una pequeña manía que tiene Don Evaristo. Según el mismo Ernesto Contreras es un guiño y un homenaje al personaje de Alfonso del cortometraje mexicano El Milagro.
La Sobremesa
Se la pongo fácil: Sueño en otro idioma será la mejor película mexicana del 2018.
#BoneAppétit