“Virtualmente presente, físicamente invisible”

Carne y arena

     Deje todo y corra a verla
    No se la pierda
   Vale la pena
⋆ ⋆ Puede verla
 No se moleste
•Evítela como la plaga

 

El aperitivo

Hace un año comenzó esta aventura llamada Cinéfago. Tras cuatro años (desde 2012) de ver todo el cine posible de manera seria y consiente, y tres de hacer la lista de todo lo visto en cada uno de los años (2014, 2015, 2016), lento pero seguro, surgió la idea de reseñar una película cada semana y publicarla a través de Sucedió en Oaxaca.

Por cuestiones de logística la publicación se volvió quincenal, lo que me permitió reseñar más de una película, surgiendo así las pequeñas secciones de esta columna que tratan de reforzar la idea de comer y devorar cineEl aperitivo, El Entremés, El Plato Fuerte, El Postre, La Gula El digestivo.

 

El Entremés

Ha sido un año lleno de mucho cine en mi vida en sus más variadas formas: ver más de 170 películas en este 2017, escribir cada quince días esta columna, video reseñar algunas película a través de la página de Facebook El Cinéfago, recomendar películas cada jueves en el Noticiero de Televisa Oaxaca, haber sido invitado un par de veces a la radio en Exa FM 98.5 para hablar sobre cine, impartir una clase en universidad relacionada con cine, incluir películas en otras clases que imparto, haber sido invitado en la universidad para hablar sobre “Muerte y Cine”; y como cereza del pastel, tomar un taller de apreciación cinematográfica con el Mtro. Jorge Ayala Blanco en la Ciudad de México.

Gracias a quienes desde un inicio y durante el camino creyeron en este pequeño proyecto personal que significa tanto para mí, a mis lectores (fieles, esporádicos o potenciales) que aunque contados agradezco siempre infinitamente, y a quienes han invertido algo de su persona en que yo logre cada 15 días escribir esta columna. Y por supuesto a Sucedió en Oaxaca por este noble espacio. Siempre y sinceramente a todas y todos, ¡GRACIAS!

 

El Plato Fuerte

⋆ ⋆ ⋆ ⋆ No se la pierda

Y para conmemorar este primer aniversario de Cinéfago, sólo había una mejor forma de hacerlo, acudir a la instalación de realidad virtual Carne y Arena: Virtualmente Presente, Físicamente Invisible, del director mexicano Alejandro Gonzáles Iñárritu, y que aplicando aquel proverbio de que “el que pega primero, pega más fuerte”, sin duda marcará un antes y un después en la historia del cine, pues nunca un director de cine actual había indagado en el uso de la más alta tecnología para contar una breve pero potente historia.

Insisto, a lo largo del tiempo en la historia (del arte, del cine de México y del mundo), se hablará sobre aquel director mexicano que hizo historia no sólo ganando tres veces consecutivas un premio Oscar (recibirá otro más el año entrante por Carne y Arena), sino por haber sido el primer cineasta actual en haber experimentado, propuesto y sino es que revolucionado, el vivir el cine a través de la realidad virtual. Carne y arena se inauguró este año en Cannes, así que oficialmente ante la industria del cine, es el primero en hacerlo.

¿De qué va Carne y Arena? Simple, sobre el mayor problema social del siglo XXI: la migración, y que nuestros compatriotas mexicanos, centro y sudamericanos sufren cada día volviéndose solo cifras dentro de los datos oficiales, ya sea de gente que migra, emigra, o muere en el intento. Tal y como está escrito en la instalación Carne y Arena, lo que busca Inárritu es hacer que la migración deje de ser un dato estadístico más, y hacer que el espectador viva en cierta medida, en carne propia, parte de la experiencia de los migrantes indocumentados.

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Nada de lo que sigue a continuación es spoiler, es sólo premisa de lo que usted podrá vivir en esta instalación de realidad virtual que si tiene oportunidad tiene que vivir. Así mismo aquí un video(amateur dadas las condiciones), sobre las primeras ‘impre(ci)siones’ al salir de “Carne y arena”. Ya el texto que sigue, complementan las impresiones con las reflexiones que me generaron.

Tras la idea de ofrecer una etnografía semi-ficcional, uno entra a una “hielera” donde colocan a los migrantes indocumentados detenidos. Le piden que se quite los zapatos y los calcetines, y que espere sentado, como tal cual detenido, a que suene la alarma para poder atravesar una puerta.

Suena la alarma. Entra usted sólo y descalzo a un espacio amplio, semioscuro, lleno de arena del desierto de Sonora. Le colocan una mochila, los lentes de realidad virtual y unos audífonos para hacer de la experiencia algo inmersivo. Si usa lentes no se preocupe, se los puede dejar. No hay ningún tipo de peligro, hay todas las medidas de seguridad para hacer de esto una experiencia segura.

Oscuro. Y de repente ve un desierto, y comienza a oír voces, quejidos, llanto. Ve a personas que se aproximan hacia usted, y en lo que trata de ubicar quién es quién o qué es lo que pasa, comienza la redada migrante. No le daré muchos detalles, pero desde que está usted afuera esperando, oye, ve y siente cómo el espacio vibra de lo intenso que se pone la redada en la que se verá envuelto.

Uno no sabe si está en medio de la experiencia o sólo es un espectador más. La sugerencia es que se la crea, que trate por ese instante volverse parte de la experiencia que sufren millones de personas a diario. Y lo reto, lo reto a que se acerqué al perro. Yo por error lo hice, y es algo paradójico que un estímulo virtual haga surgir tu instinto de supervivencia de manera real. Pero también observe, observe lo que pasa en medio de lo que ha de ser una de las escenas más dramáticas de la vida real, al estar en medio de la nada, donde tu vida pasa de estar en manos de un coyote, a estar en manos de agentes de migración, donde no sabes si vas a morir o a sobrevivir.

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Pese a los 7 minutos que dura, hay un pequeño interludio. Fue hasta la segunda vez que viví la experiencia que encontré el sentido de esa mesa que vemos. El mismo Iñárritu comenta que así como los migrantes de Medio Oriente y África arriesgan sus vidas tratando de cruzar el mar Mediterráneo para llegar a Europa con la esperanza de una vida mejor, así nuestros migrantes mexicanos, centro y sudamericanos arriesgan sus vidas tratando de atravesar desiertos inclementes. “Sus mares son nuestros desiertos”. Y es lo que está representado en ese pequeño interludio en el que vemos una mesa. Todos los migrantes buscan lo mismo, llegar “al otro lado”, sólo que en este caso unos se ahogan en la arena y otros en el mar.

Y es que no es cuestión de preferencias, al final de cuentas es lo que les toca vivir a los migrantes según su latitud geográfica. Sólo para que dimensione, en “Focumare: Fuego en el mar”, un documental ficcionado de 2016, nos muestra cómo es la odisea de los migrantes africanos para llegar a Europa. Allá los polleros usan pequeñas barcas, por lo regular muy básicas para no poder ser detectadas. Quienes pagan más van hasta arriba, los que más o menos en medio, y los que apenas y tienen con qué pagar les toca hasta abajo, donde se filtra un poco de agua junto con la gasolina, por lo que muchos cuando son detenidos, llegan quemados e intoxicados por estar en medio del agua con combustible por días; y otros tantos casi muertos por inanición o deshidratación, pues al ser un barco pletórico de gente no se puede cargar mucho alimento.

El final de Carne y arena es lo mejor, porque aunque se da cuenta que nada de lo que pasa le afecta en carne propia por ser una recreación de realidad virtual, al final no puede escapar contra eso que lo increpa de manera directa y que parece tener la pinta de amenazar su seguridad e integridad. Entre una voz que le grita en inglés, una luz blanca que no lo deja de apuntar, un ruido ambiental y el no saber qué pasará cada vez que se acerca el peligro, lo hacen por un momento, por escasos pero intensos segundos, sentirse un migrante, ya no un espectador, ya no un alguien a salvo, sino una simple persona que está en el lugar y momento incorrecto.

Sólo multiplicando esos escasos segundos de incertidumbre por toda una vida, sólo así, uno puede dimensionar el gran peso que significa ser un migrante indocumentado. Y si eso no fuera suficiente, en el punto más álgido del final de esta experiencia virtual, surge un pequeño epilogo: la soledad. Y nada mejor que representar la soledad que estar en medio del desierto, sólo, sin rumbo, sin dirección, pero con los rastros de que algo pasó ahí, de que uno sobrevivió a algo, pero que no sabe si podrá sobrevivir a eso llamado soledad. Pero esa soledad que surge al estar sin patria, sin identidad, sin un lugar al que uno se sienta aferrado, porque los indocumentados aun logrando pasar, se vuelven huérfanos de patria, se vuelven invisibles ante los demás, y “alguien sin identidad es muy fácil de aplastar”.

Otro aspecto raro de esta experiencia de realidad virtual, es que puedes atravesar a las personas, o ellas te atraviesan a ti, como si ellos o nosotros fuésemos fantasmas. O mejor aún, puedes acercarte a ellas y ver en su interior, hágalo. Algo se mueve, al parecer hay algo vivo dentro de cada una de la personas virtuales, y eso se puede ver (hasta en eso pensó el Inárritu); sea migrante, coyote o agente de migración, todos en su interior, al final de cuentas, tienen un corazón que late, donde la única frontera a la que ni uno ni otro nunca podrán vencer, es a la muerte.

 

El Postre

La experiencia no termina ahí, al final uno puede ver a los ojos a cada uno de los personajes involucrados en la experiencia que acaba de vivir y/o presenciar, y enterarse de sus vivencias en las que Iñárritu se basó para (re)crear este proyecto de 4 años de trabajo.

Anécdota: Hasta hoy que le platiqué todo esto a mi madre, al momento en que le conté el testimonio que más me impactó, el de un agente de migración que veía como un migrante se le moría literal en las manos por deshidratación, y que oyó y vio cómo se le iba la vida del cuerpo (“los que mueren por deshidratación hacen un ruido como si se les fuera la vida poco a poco”); sólo hasta entonces me percaté cuánto me había impactado esta experiencia, pues me descubrí llorando al momento en que relataba esto. También quise llorar en el final de la experiencia de realidad virtual, pero fue hasta que lo digerí que esto afloró. Y el mismo testimonio del agente de migración lo dice, quien no comprenda el infierno que viven los migrantes, no es humano, y es alguien con quien preferiría no hablar.

Y más curioso todavía. El sábado antes de asistir por segunda vez a Carne y Arena, tuve que pasar por Francisco I. Madero en la Ciudad de México, y olvídese, había un mar de gente. Desde Bellas Artes hasta el Zócalo, me dediqué a evitar gente, y en su defecto, a empujar si es que era necesario; en pocas palabras me enajené, los dejé de ver como personas para verlos como obstáculos.

Ya de regreso en casa, al momento de comenzar a digerir todo esto, reflexioné de lo contradictorio que somos los seres humanos. Por un lado me conmoví de manera real a partir de una experiencia virtual, pero me enajené al momento en que tuve que lidiar con personas en la vida real.

Así que hasta el agente de migración resultó ser más empático que yo, y eso me deja pensando en lo que hacemos o no hacemos en la vida diaria al momento en que con-vivimos con el otro, con la otredad; de cómo vivo y vivimos las diferencias del otro, y de qué hacemos o dejamos de hacer ya no en el orden social, sino en el humano, por los demás, por el otro, que al igual que yo y todos nosotros, también están hecho de esa carne y arena llamada vida, que poco a poco con el paso del tiempo se va diluyendo.

 

La Gula

⋆ ⋆ Puede verla

Otro objetivo que se ha propuesto Cinéfago, es ver y escribir sobre el cine nacional que llegue a cartelera, sea comercial o alternativa. Y es que aunque hay un número digno de producciones, no todas llegan a exhibirse, y lo que se llega a exhibir no siempre es lo más propositivo del cine nacional, una industria que como bien dice el Mtro. Jorge Ayala Blanco, “acaso está viviendo una nueva Época de Oro, sin darse cuenta nadie nunca, sin él mismo saberlo”.

Y pues ya en su tercera semana en cartelera, algo medio marciano que suceda con una película mexicana no tan comercial, está Camino a Marte, un road movie con tintes de ciencia ficción (scifi), que trata de hacernos pensar sobre el valor del amor, la amistad y la belleza de la vida cotidiana a lo largo de un viaje de ida, no sabemos si de vuelta, que vivirán los personajes.

La película tiene algunos huecos argumentales, errores de continuidad y otros técnicos (una cosa es querer usar la iluminación de luz natural, y otra que tu toma se vea sobreexpuesta, casi negra; a menos que como El extraño del lago esa sea la intención, pero no creo que sea el caso). Que si a Tessa Ia le creemos su enfermedad, o si a Camila Sodi ❤ le sale o no el acento norteño, o si el personaje de Luis Gerardo Méndez es verosímil o no, son cuestiones que ya le tocará a usted decidir, pero por ejemplo la escena del caballo es la mejor, y el final de la película puede ser literal o simbólico, lo interesante es que usted lo decide.

Y aunque sus defectos le restan un poco a la historia, eso no demerita el intento de la película al proponer un género distinto al que veníamos viendo en cartelera nacional comercial (comedias románticas, unas más bobas que otras), con esa ambigüedad que mantiene a lo largo de la película en el personaje de Mark, y que se agradece al no querer explicar todo (como suelen hacer muchas películas mexicanas), generando posibles lecturas que le toca hacer al espectador quien decide con que versión de la historia quedarse. Y eso ya se agradece. No es lo mejor del cine mexicano actual, pero es lo que hay, y como dijera mi amiga Cristina Pacheco, “aquí nos tocó vivir”.

 

El digestivo

Y no quiero despedir esta entrega de aniversario sin pedirle que por favor se arriesgue. El cine es una experiencia tan única, que vale la pena de vez en vez permitirnos o permitirle salir o que nos saque de nuestra zona confort.

Y así como puede ir y conmoverse con Extraordinario, la cual vale la pena, arriésguese a ver The Square, la cual comentamos la vez pasado aquí y que por fin llegó a cartelera. La vida esta tan llena de amplias experiencias y emociones, que al igual que el cine sería ridículo querer vivir siempre las mismas cuando hay todo un bagaje de ellas al alcance de la vista.

Ya cosas como ¡No vayas a colgar!Jigsaw: El juego continúa, o Guerra de papás 2 (actualmente en cartelera), puede ahorrárselas anti-catártica y económicamente, o esperar que el dealer del tianguis las tenga en una copia aceptable, o esperar a que ande en línea o que Netflix la incluya en su variopinto catálogo.

Por su cuenta éste Cinéfago tratará de mantener esta columna para reseñar y contarle sobre lo que llegue a cartelera y ayudarle en eso que es ver una película y que implica tiempo, que puede invertir o perder pero que en definitiva es algo que ya no vuelve.

De mientras le dejo aquí la video reseña sobre las primeras impre(ci)siones sobre Star Wars: Los últimos Jedi. Quería escribir una amplia reseña pero ya no la, lo quiero aburrir, ya es ganancia y le agradezco que haya(mos) llegado hasta aquí, a este final de columna o a este primer aniversario.

Josue_Cinefago

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