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Aquaman | Pájaros de verano | La balada de Buster Scruggs | Eliminar amigo 2
⋆ ⋆ ⋆ ⋆ ⋆ Deje todo y corra a verla
⋆ ⋆ ⋆ ⋆ No se la pierda
⋆ ⋆ ⋆ Vale la pena
⋆ ⋆ Puede verla
⋆ No se moleste
•Evítela como la plaga
El Entremés
⋆ ⋆ ⋆ Vale la pena
Después del gran hitazo del año pasado con Mujer Maravilla, el Universo Extendido de DC se puso la vara muy alta para su próximo proyecto anunciado, Aquaman (“hijo de tierra, rey del océano”); una película de súper héroe que para no meterse en complicaciones mantiene una estructura clásica: contarnos el origen de este “medio atlante doblemente rey” mientras descubrimos sus habilidades, para después enterarnos del conflicto que tendrá que resolver, acompañarlo en su “épico” viaje y descubrir el giro de tuercas que ayudará a culminar la historia; donde el único riesgo que se toma es el de mantener entretenido al espectador durante las 2 horas 22 minutos que dura, y que hay que admitirlo, lo logra.
Al parecer a nadie le escandaliza que en la Atlántida sean más clasistas que en Roma, pues no bajan a Aquaman (castaño Jason Momoa) de mestizo e hijo bastardo de la reina Atlanna (rubia Nicole Kidman), quien convencido por la princesa Mera (pelirroja Amber Heard) intentará reclamar el trono atlante para evitar que su medio hermano se convierta en el Amo del Océano (caucásico Patrick Wilson), el cual bajo el estereotipo ario no sólo cree indigno rey a un mestizo, sino inferiores a los habitantes de la tierra a quienes piensa declarar la guerra para exterminar. Lo único salvable de todo esto es que nos hace ver los groseros que hemos sido con el mar, pero tampoco irá por ahí la cosa.
Como es de esperarse hay un objeto súper poderoso, un tridente, que sólo el verdadero rey (honesto y digno) puede portar, y que será la clave para que el mestizo le pueda hacer frente su hermano ario, así que para hacer entretenida esta prolongada búsqueda habrá toda una serie de situaciones que cumplen diversas funciones: la de presentarnos al otro archienemigo de Aquaman: Manta Negra, la de conocer el plan del Amo del Océano, la de mostrarnos los demás reinos que habitan bajo el mar que apenas y conocemos, la rigorosa secuencia de entrenamiento de un joven Arthur Curry, y claro, la de ver cómo Mera y Aquaman en su búsqueda del tridente tienen tiempo para enamorarse, pues al parecer la princesa Mera tienen conciencia de clase y está cansada de los matrimonios arreglados.
Como no todo puede ser acción, no faltarán las escenas cómicas (apenas risibles) y los momentos tierno-cómicos para destensar al espectador, como cuando Mera descubre las curiosidades del mundo terrestre de la mano de Aquaman en la costa italiana, causándonos una risa tierna el que ella se coma las rosas y demás cosas raras que hacen los enamorados, para después por medio de una sorpresiva explosión, recurso usado varias veces (qué ingeniosos), pasemos de inmediato a las secuencias de acción.
Aunque entretenida, Aquaman abusa de los efectos visuales a tal grado que en vez de sumergirnos en el mundo atlante, distrae al espectador al hacer retoques digitales hasta de los rostros de algunos personajes (Willem Dafoe como visir Vulko), haciendo que la película pierda fuerza al verse muy obvios incluso en escenas no tan complicadas (como la del desierto). Pues aunque uno de los retos creativos de Aquaman era crear el universo debajo del mar, y por momentos parece lograrlo, se nota una falta de originalidad y de ingenio para generar sus propios seres, pues el mítico leviatán Karathen que protege el tridente se parece más a un Kaiju con tentáculos, y los monstruos de la fosa a las creaturas ciegas de Un lugar en silencio. E incluso, quizá en la escena más atractiva y plástica que logra Aquaman, la del ataque de la legión de monstruos anfibios, parece inspirada en La última batalla de las Valquirias en Thor: Ragnarok (Marvel).
Pero nada de esto importa, al parecer a todo mundo le fascina ver a Jason Momoa (de padre hawaiano) bailar haka, sin importar que rompa el poderosísimo tridente de Atlan. Baia, baia…:
El Plato Fuerte
⋆ ⋆ ⋆ ⋆ ⋆ Deje todo y corra a verla
La mística que rodea Pájaros de verano es tan poderosa, que aún después de dos días de haberla visto soñé que me pasaba algo muy similar a Rapayet, quien pide bailar La Yonna con Zaida, mujer que acaba de cumplir con decoro su encierro, y que a través de este baile busca un hombre digno de ella, de su clan y de su cultura. Rapayet culmina con éxito La Yonna, pero a pesar de que su tío Peregrino intercede por él con todo el respeto que impone un Palabrero de su calibre, Rapayet tendrá que buscar cumplir con la dote que se le piden: yuntas, 50 chivos, dos mulas de adorno y no recuerdo cuántos collares; y aun así Úrsula, la madre de Zaida, no estará muy conforme con él, advirtiéndole cual chamana profética, que a ella se le respeta porque es capaz de hacer cualquier cosa por su familia y su clan.
Lejos de una mirada antropológica, de exotismo o folclorismo, toda esta cosmogonía de la cultura wayuu se nos va presentado de manera natural y progresiva, que conforme avanza la trama vamos viendo y entendiendo cómo es el vivir de esta cultura de la guajira colombiana con idioma e idiosincrasia propia en una historia enmarcada en las décadas de 1960 a 1980, años en los que tuvo lugar el periodo llamado la bonanza marimbera, que no es más que el lucrativo negocio de la venta de mariguana colombiana a socios estadounidenses: “La mariguana es la felicidad del mundo”.
Y es ahí donde estará la gran tragedia de este drama, de cómo las creencias, cultura y tradiciones de una comunidad milenaria como los wayuu son trastocadas, socavadas y pervertidas por el poder y ambición que conlleva el negocio del narcotráfico; donde las cuestiones de honor dejan de ser sagradas para convertirse en disputas que intentan medir el poder entre bandos (véase como se pervierte el uso de las tumbas), llegando a un grado de barbarie que pierde todo el respeto por el símbolo más sagrado de los wayuu: El Palabrero.
Dividida en cinco Cantos: I. Hierba Salvaje, II. Las Tumbas, III. La Bonanza, IV. La Guerra, V. El Limbo, Pájaros de verano va deshojando el poder de su trama de tal manera que algo tan simple como cumplir con una dote, termina en una disputa familiar de dimensiones shakesperianas donde la mística de los sueños y la materialidad del dinero, se mezclan con sangre y balas arrasando no sólo con uno de los más poderosos clanes, sino con todo un pueblo y su cultura que ha sido envuelta en una espiral interminable de violencia.
El punto de vista que adopta Pájaros de verano nos remite al cine de gánsteres pues la historia la vemos desde los ojos del criminal principal, Rapayet, aunque por momentos también predomine, cual poderosa matriarca, la de Úrsula; haciendo que el espectador no tome partido por ninguno de ellos pero al mismo tiempo comprenda los motivos de cada quien, poniéndolo en medio de esta disputa en la que las autoridades sólo reciben su paga para no intervenir; algo que hemos visto en nuestro día a día y que por lo tanto es difícil de juzgar.
Mención especial tiene la música, pues no sólo se integran melodías tradicionales de la región guajira, sino que incluso se crea una pieza musical a partir de un instrumento tan propio como es la trompa wayuu para la escena de las mulas (¿de esta actividad habrá surgido el término mula?), hasta llegar a los ritmos del ballenato y la cumbia colombiana.
La amistad entre Rapayet y Moisés aunque con otros tonos y caracteres, nos recuerda a la de Pequeño Ze con Bené (Ciudad de Dios, 2002), tan entrañable pero al mismo tiempo tan tóxica que termina siendo fatal; y aunque la violencia es un punto central en Pájaros de verano, no es del todo explícita sino insinuada, lo que estimula la imaginación del espectador quien cierra en su cabeza, cual sueño o augurio, algunos de los acontecimientos. Pero serán los personajes de Aníbal y Leonidas lo que inyectarán el último soplo a esta lumbre de odio y crimen, desatando una llamarada inapagable de la que ambas familias ya no podrán salir, pues “las estirpes condenadas a cien años de soledad no (tendrán) una segunda oportunidad sobre la tierra”.
El Postre
⋆ ⋆ ⋆ Vale la pena
Producción original de Netlfix, La Balada de Buster Scruggs (y otros cuentos de la frontera americana) nos remite al tan mentado lejano y antiguo oeste, páramo del que el ingenio de los hermanos Cohen (Sin lugar para los débiles, 2007) extrae seis frescas historias empapadas de su muy particular sentido del humor, y con un ritmo cual flautista de Hamelín, nos va llevando poco a poco a diferentes destinos, unos más aletargados que otros pero no por eso menos fatales, rodeados de todo el espíritu western.
El metarrelato está presente desde que vemos un libro y una mano que va hojeando las historias, de las cuales veremos siempre una ilustración con una frase que adquiere todo el sentido hasta que acabamos de ver la historia en cuestión. Las seis historias: I) La balada de Buster Scruggs, II) Cerca de algodones, III) Boleto de la comida, IV) Todo el caños de oro, V) La niña que se puso nerviosa y VI) Los restos mortales; están centradas en las diferentes concepciones de ser vaquero o mujer de aquella época, y en la única historia que se salen indios americanos, es bajo la concepción de salvajes y asesinos despiadados; algo que no comparto del todo, pues como vimos a inicios de este año con Hostiles: violencia americana, el terror y salvajismo no era exclusivo de los “apaches”.
Cada historia tiene lo suyo, pero es quizá la quinta, La niña que se puso nerviosa, mi favorita de manera personal, no sólo por la encantadora actuación de Zoe Kazan (Ruby, la chica de mis sueños, 2012), sino porque a pesar de ser una ficción rodeada de una amenaza constante, logra en contraste armar una historia de amor tierna y dulce que hacen que el final, junto con la imagen que se nos presentó al inicio y la frase: “El Sr. Arthur no tenía idea de qué decirle a Billy Knapp”, nos dé una sacudida de la cual será muy difícil reponerse.
Porque así son los Cohen, cautelosos pero fulminantes.
La Gula
⋆ ⋆ Puede verla
Puede ver Eliminar amigo 2 sólo si es muy fan del género thriller, o si es un usuario asiduo de los gadgets y redes sociales sobre todo para estar en contacto con sus amigos (si es que a eso se le llama contacto, o amigos); pues a pesar de estar sólo cinco personas en la sala dos de ellos se salieron no sé si porque esperaban una película de terror, o porque el formato y la narrativa de la película les sorprendió, pues no es algo a lo que estemos muy acostumbrados todavía (un tanto distinta a las que están contadas desde cámaras de video; verbigracia Red).
Al no haber visto la primera película, (ni Buscando… de 2018, que se cuenta con el mismo estilo), asimilar la narrativa visual de que todo pasa desde una pantalla de computadora cuesta un poco de trabajo, pues hay partes en las que inclusive hay dos subtítulos, los que se dicen y los que se escriben en el chat por ejemplo, lo que para un espectador millenial no ha de ser problema, pero para otros como los que se salieron quizá sí.
Lo interesante es que aunque parece un recurso muy básico, el asunto de que haya distintas formas de comunicarse en grupo o individualmente por computadora y/o teléfono, es algo que la película explora y utiliza para generar suspenso y en momentos Jump scare que lo hacen sobresaltarse, y sentir que quien esté detrás de una pantalla puede en cualquier momento causarle daño (sobre todo si es un experto de la darknet). Resuelve ingeniosamente el asunto de la violencia distorsionando imágenes o cortando videos “oscuros” justo antes de lo fatal, además de incluso incluir un personaje con lenguaje de señas.
No es la mejor película de suspenso del año, pero al parecer la tendencia es explorar esta variante tecnológica del género que habrá de seguir para ver qué historias puede ofrecer; además que los clavados en programación o tecnología puede ser que la disfruten mucho más, pues el uso de códigos y uso habilidoso de hardwares son las características centrales tanto de los protagonistas como los antagonistas.
#BoneAppétit
